jueves, 4 de diciembre de 2014

Imperialismo

Unidad 1 : 

Imperialismo


Imperialismo, como se define en el Diccionario de Geografía Humana, es una relación humana y territorial desigual, por lo general en forma de un imperio, basado en ideas de superioridad y las prácticas de dominación, y que implica la extensión de la autoridad y el control de un Estado o pueblo sobre otro o también puede ser una doctrina política que justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros; habitualmente mediante distintos tipos de colonización (de poblamiento, de explotación económica, de presencia militar estratégica) o por la subordinación cultural (aculturación). " El sociólogo estadounidense Lewis Samuel Feuer identifico dos subtipos principales del imperialismo: el primero es el" imperialismo regresivo "identificado con la pura conquista, la explotación inequívoca, el exterminio o reducciones de los pueblos no deseados, y el asentamiento de los pueblos deseados en esos territorios . el segundo tipo identificado por Feuer es "imperialismo progresista" que se basa en una visión cosmopolita de la humanidad, que promueve la expansión de la civilización a las sociedades supuestamente atrasadas ​​para elevar los estándares de vida y la cultura en los territorios conquistados, y la asignación de la gente conquistada a asimilarse a la sociedad imperial. Aunque los términos "imperialismo" y "colonialismo" están muy relacionados, no son sinónimos.



Imperialismo informal:
El concepto de imperialismo informal o neocolonial, se refiere a la influencia y el predominio que una potencia ejerce sobre un país de manera económica, social y cultural. Se habla de imperialismo informal, por ejemplo, cuando los intereses de una potencia dominan la economía de otro país, ya sea porque sus empresas controlan las actividades más significativas (por ejemplo son dueñas de los principales yacimientos petrolíferos) o bien porque esa potencia es la principal compradora de los bienes que exporta el país dominado. En estos casos, el país dominado es políticamente independiente, pero sus decisiones económicas están fuertemente condicionadas por los intereses de la potencia dominante.
Los imperios del siglo XIX:
A partir de mediados del siglo XIX, imperios como el británico y el francés, por ejemplo, fueron muy distintos de los que España y Portugal habían establecido en los siglos XVI y XVII. Mientras que los territorios controlados por las coronas española y portuguesa eran colonias, de las cuales las metrópolis buscaban sobre todo extraer recursos (como metales preciosos), los imperios del siglo XIX establecieron principalmente relaciones comerciales de tipo capitalista con los países dominados, tanto con las colonias de su imperio formal (por ejemplo, la India, en el caso británico) como con otros países, políticamente independientes (países latinoamericanos). Los bienes que circulaban entre las potencias y sus colonias eran comprados y vendidos libremente. Sin embargo, era un comercio desigual porque las potencias exportaban bienes industriales (de consumo y maquinarias), servicios y capitales financieros, mientras que las colonias y los países dominados vendían bienes primarios (metales preciosos, alimentos, materias primas, combustibles, de un valor relativamente menor.
 
 
CONTRARREVOLUCIONARIOS DEL SIGLO XX
Un contrarrevolucionario es cualquiera que se opone a una revolución, sobre todo los que intentan revertir sus resultados, parcial o totalmente.
El adjetivo contrarrevolucionario se refiere a movimientos que desean restaurar la situación o los principios prevalecientes en la época prerrevolucionaria.
Una contrarrevolución puede tener consecuencias positivas o negativas, dependiendo en parte del carácter beneficioso o pernicioso de la revolución que se revierte. Por ejemplo, Plutarco considera que el éxito transitorio de Agis y Cleómenes en Esparta, al restaurar la constitución de Licurgo, es contrarrevolucionario en sentido positivo. Y durante la Revolución francesa, los jacobinos vieron la revuelta de la Vendée como claramente negativa.

 


REVOLUCIÒN  RUSA
Las sucesivas derrotas rusas en la Primera Guerra Mundial fueron una de las causas de la Revolución de Febrero. En el momento de entrada en la guerra, todos los partidos políticos se mostraron favorables a la participación en la contienda, con la excepción del Partido Obrero Socialdemócrata, el único partido europeo junto al Partido Socialista del Reino de Serbia que se negó a votar los créditos de guerra, pero advirtió que no trataría de sabotear los esfuerzos provocados por la guerra. Tras el comienzo del conflicto y después de algunos éxitos iniciales, el Ejército ruso tuvo que soportar severas derrotas (en Prusia Oriental, en particular). Las fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era ineficiente y el suministro de armas y alimentos al Ejército fallaba. En el Ejército, los partes batían todos los récords: 1.700.000 muertos y 5.950.000 heridos, estallando disturbios y decayendo la moral de los soldados. Estos soportaban mes a mes la incapacidad de sus oficiales, hasta el punto de suministrar a unidades de combate munición no correspondiente con el calibre de su arma y la intimidación y los castigos corporales utilizados en la misma.



La hambruna se extendió y las mercancías comenzaron a escasear. La economía rusa, que antes de la guerra contaba con la tasa de crecimiento más alta de Europa se encontraba aislada del mercado europeo. El Parlamento ruso (la Duma), constituida por liberales y progresistas, advirtió al zar Nicolás II de estas amenazas contra la estabilidad del Imperio y del régimen, aconsejándole formar un nuevo gobierno constitucional. El zar no tuvo en cuenta esta advertencia y perdió el liderazgo y el contacto con la realidad del país. La impopularidad de su esposa, la emperatriz Alejandra, de origen alemán, aumentó el descrédito del régimen, hecho confirmado en diciembre de 1916 con el asesinato de Rasputín, asesor oculto de la emperatriz, por parte del príncipe Félix Yusúpov, un joven noble.

 
Desde 1915-1916, proliferaron diversos comités que se hicieron cargo de todo aquello que el deficiente Estado ya no asumía (abastecimiento, encargos, intercambios comerciales...). Junto a las cooperativas o los sindicatos, estos comités se convirtieron en órganos de poder paralelos. El régimen ya no controlaba el "país real".

 

El mes de febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta popular: invierno duro, escasez de alimentos, hastío hacia la guerra... Se inició con la huelga espontánea de los trabajadores de las fábricas de la capital, Petrogrado, a principios de dicho mes. El 23 de febrero (8 de marzo según el calendario gregoriano), Día Internacional de la Mujer, las mujeres de Petrogrado se manifestaron para exigir pan. Recibieron el apoyo de los obreros, encontrando estos una razón para prolongar su huelga. Ese día, pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la policía, no hubo ninguna víctima.
 


 


Reforma Agraria


Reforma agraria es un conjunto de medidas políticas, económicas, sociales y legislativas impulsadas con el fin de modificar la estructura de la propiedad y producción de la tierra. Las reformas agrarias buscan solucionar dos problemas interrelacionados, la concentración de la propiedad de la tierra en pocos dueños (latifundismo) y la baja productividad agrícola debido al no empleo de tecnologías o a la especulación con los precios de la tierra que impide o desestima su uso productivo.


Las formas de cambiar la tenencia de la tierra son por medio de la expropiación de la tierra sin indemnización o mediante algún mecanismo de compensación a los antiguos propietarios. Generalmente los resultados sociales son la creación de una clase de pequeños y medianos agricultores que desplazan la hegemonía de los latifundistas.


En lo que actualmente es la República Oriental del Uruguay a principios del siglo XIX, entonces llamada Banda Oriental, se llevó a cabo uno de los procesos de reforma agraria más radicales.


Bajo el período de la Revolución Artiguista comprendido entre los años 1811 y 1820, el máximo caudillo de ese proceso revolucionario José Gervasio Artigas (1764-1850) inició el proceso de reparto de tierras, no sólo fiscales sino de grandes propietarios criollos y españoles. Para algunos historiadores uruguayos de raigambre marxista ese proceso ha sido interpretado como una "reforma agraria" radical y popular. Particularmente se destacan Lucía Sala de Tourón, Julio Rodríguez y Nelson de la Torre.


Artigas fue un hombre profundamente conocedor de la Banda Oriental y de sus habitantes naturales: el gaucho y el indio, ambos excluidos de la posesión de la tierra en el siglo XIX. Participó junto a Félix de Azara en el reparto de tierras como medida de poblamiento, fomento de la campaña y medida precautoria contra el avance portugués en la tenue —cuando no inexistente— frontera entre ambos imperios, pero resultó insuficiente.


El paisaje decimonónico de la campaña oriental se caracterizaba por el despoblamiento producto de las grandes propiedades —muchas veces simplemente ocupadas ilegalmente, cuando no donadas por la corona sin ni siquiera tener en cuenta las verdaderas dimensiones—, el contrabandismo o bandolerismo y la explotación irracional dada la sobreabundancia de ganado vacuno.


integrismo:
 
Integrismo es la actitud de determinados colectivos hacia los principios de la doctrina tradicional, de manera que rechazan cualquier cambio doctrinal, con la intención de mantener íntegros e inalterados tales principios. Pese a la legitimidad e incluso conveniencia de conservar libres de cambios determinados valores o conjunto de creencias, el calificativo "integrista" ha tomado un claro tinte negativo y despectivo, de manera que ni siquiera los defensores de tales valores se autodenominan "integristas" y sus detractores utilizan el término como descalificativo absoluto. Es una postura habitual en distintas corrientes religiosas, ideológicas, políticas, educativas e incluso científicas.

El término tiene origen en grupos católicos ultramontanos del siglo XIX que reaccionaron contra el laicismo proponiendo «integrar» nuevamente la religión a la política. Existe una proximidad de éste término y del término fundamentalismo, aunque aquél es anterior a éste, de reciente incorporación en el diccionario de la Real Academia.

El término integrismo también se puede relacionar con el concepto de secta que promulgase Ernst Troeltsch, en el que se destaca su aislamiento de la sociedad y de sus principios, en contraposición con las Iglesias que están dispuestas a integrarse en la sociedad.
También el cientificismo ha sido denominado por algunos autores Integrismo científico o Integrismo cientificista

 









 
 
 


 






                                                                                                                               





 

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