Las elecciones
habían sido convocadas para el 24 de febrero de 1946. Se presentaron dos
candidaturas, la Unión Democrática (alianza electoral de la U.C.R., el partido
socialista, el comunista y el demócrata progresista) con la fórmula José P.
Tamborini y Enrique Mosca. La otra fórmula estaba integrada por Juan Domingo
Perón y J. Hortensio Quijano, era una coalición formada por el partido
laborista, la U.C.R., junta renovadora y ex miembros del partido independiente.
Perón se desempeñó como secretario privado del Ministro de Ejército, a
las órdenes del general Edelmiro Farrell; poco después fue puesto al mando del
por entonces poco influyente Departamento Nacional de Trabajo. Posteriormente
Farrell fue nombrado presidente en reemplazo de Ramírez; en el nuevo gobierno,
Perón ejerció como vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra y Secretario
de Trabajo.
El poder y la influencia creciente de Perón dentro del gobierno militar
provino de su alianza con un sector del
sindicalismo argentino, principalmente con las corrientes sindicales
socialista y sindicalista revolucionaria.
Producido el golpe, un sector del movimiento obrero, principalmente el
socialista de la CGT N.º 1, a través del dirigente
mercantil socialista Ángel Borlenghi y el
abogado ferroviario —también socialista— Juan Atilio Bramuglia,
decidió entablar contacto con los coroneles Perón y Domingo Mercante. Las conversaciones establecieron una alianza
inicial, apoyada en la sanción de leyes laborales reclamadas largamente por el
movimiento obrero, fortalecimiento de los sindicatos y del organismo estatal
que regulaba las relaciones laborales.25
Secundado por su amigo, el coronel Mercante, Perón maniobró dentro del
gobierno para que se lo designara al frente del Departamento Nacional del
Trabajo, que tiempo después sería elevado de jerarquía, como Secretaría de
Trabajo de la Nación. Aprovechando el cierre del Congreso Nacional, la nueva
Secretaría puso en vigencia —por decreto— un gran número de leyes de corte
social, que desde décadas habían sido presentadas por los diputados socialistas
(entre ellos Alfredo Palacios) en el
parlamento argentino, y no habían logrado progresar por el veto de las mayorías
conservadoras. La sanción de tales medidas le valió hacerse de
poderosos enemigos entre los industriales, ganaderos y comerciantes. Sin
embargo la posición de Perón dentro del gobierno militar, lejos de debilitarse,
se fortaleció gracias al apoyo de un creciente número de sindicatos que
apoyaban su gestión; los cuales, a su vez, iban tomando conciencia de su
verdadero poder como factor de presión pública.
En noviembre de 1943, Perón instaló su oficina como Secretario de
Trabajo en la sede del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires
(actual Palacio Legislativo).
Poco después obtuvo que el Departamento de Trabajo fuera elevado al
rango de Secretaría de Trabajo; como reflejo de la jerarquización
administrativa de la nueva Secretaría, Perón trasladó las oficinas del antiguo
Departamento (que estaban en un pequeño edificio en Perú esquina Victoria, actual
Hipólito Yrigoyen) a la sede del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, que
no sesionaba desde 1941. Con el apoyo de una parte importante del movimiento
obrero empezó a desarrollar gran parte del programa sindical histórico: se
crearon los tribunales de trabajo; se sancionó el Decreto 33.302/43 extendiendo
a todos los trabajadores las indemnizaciones por despido que ya tenían los
empleados de comercio; más de dos millones de personas fueron beneficiadas al
extenderse el régimen jubilatorio a otros sectores que no lo tenían; se
sancionó el Estatuto del Peón de Campo
y el Estatuto del Periodista; se creó el Hospital Policlínico para trabajadores
ferroviarios; se prohibieron las agencias privadas de colocaciones y se crearon
Escuelas Técnicas orientadas a obreros. En 1944 se firmaron 123 convenios colectivos
que alcanzaban a más de 1 400 000 obreros y empleados y en 1945
otros 347 para 2 186 868 trabajadores.
En ese marco, los sindicatos comenzaron un período de gran crecimiento y
—lo que fue aún más decisivo— comenzaron a afiliar masivamente a los
"nuevos" trabajadores. Este grupo estaba originado en una migración
masiva desde el interior del país y países limítrofes a las ciudades,
especialmente al Gran Buenos Aires; eran
llamados "morochos", "grasas" y "cabecitas negras" por las clases medias y altas, y
también por los propios trabajadores industriales "viejos",
descendientes de la inmigración europea.
Poco después, algunos sindicatos (especialmente los de ideología
anarquista y comunista) que se habían mantenido alejados, la CGT Nº. 1, la USA y los gremios
autónomos, comenzaron a unificarse en torno de la Secretaría de Trabajo. Pero,
en sentido contrario, en septiembre de 1945 cuatro importantes sindicatos se
separaron de la CGT: La Fraternidad, la Unión
Obrera Textil, la Confederación de Empleados de Comercio y el Sindicato del
Calzado. La respuesta de Perón y de su colaborador Domingo Mercante frente a
los dirigentes sindicales y sindicatos que no apoyaban la alianza sindical con
la Secretaría de Trabajo, fue impulsar una política de sindicatos paralelos, el
otorgamiento de mayores beneficios a los sindicatos que apoyaban al régimen
militar y la quita de la personería jurídica a los gremios que se le oponían.
Pero la estrategia de Perón para acumular poder no se limitaba a
establecer alianzas con el movimiento obrero, sino que se extendía también a
los partidos políticos, la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas y los propios
empresarios ante los cuales dio su conocido discurso en la Bolsa de Comercio
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario